jueves, 23 de abril de 2015

Papá Estado y las Drogas

Drogas. Siempre se habla de ellas con cierto miedo y vergüenza, fruto de la mala imagen que se tiene de ellas en la sociedad por la constante campaña mediática que se lleva contra ellas en las últimas décadas. Pero una vez aceptadas como una más de las sustancias que puede consumir el ser humano para satisfacer sus necesidades, los argumentos a favor de su prohibición y difamación parecen difuminarse.


Contra la legalización


El argumento que más se utiliza a favor de la ilegalización es la salud. Existe un consenso sobre que las drogas afectan negativamente a la salud, aunque en muchos casos menos de lo que piensa la mayoría de la gente. Este argumento por sí mismo no parece suficiente por dos motivos.

Primero, cada ser humano debe tener responsabilidad sobre sí mismo y sus acciones. Si alguien libremente decide consumir sustancias que empeoran su salud nadie debería oponerse a ello por la fuerza. El segundo, de carácter más práctico, es que ya existen sustancias que dañan la salud e incluso podrían considerarse drogas que están legalizadas y relativamente aceptada, como el alcohol, la cafeína, la nicotina (cigarrillos) y, en menor medida, el cannabis. Además estas sustancias aceptadas no son las menos dañinas, sino que se encuentran entre las más peligrosas para el ser humano.

Otro argumento ampliamente usado en contra de la legalización es que se produciría un aumento masivo del consumo y por lo tanto de la adicción. Hoy el acceso a las drogas es relativamente fácil aun estando ilegalizadas, por lo que aquel interesado en probarlas probablemente lo haga. Además al igual que en el ámbito de la salud, no todas las sustancias adictivas están prohibidas. De hecho, la nicotina se considera que tiene el máximo potencial de adicción y sigue siendo una de las sustancias más populares y aceptadas socialmente. No parece seguir ningún principio claro ni ninguna lógica que el Estado decida a que podemos ser adictos y a que no.

También se arguye contra las drogas el hecho de que puedan constituir un “riesgo público”. El argumento contra esta afirmación es el mismo que contra las anteriores. Añadiría que existen mecanismos menos intrusivos para la libertad que solucionarían el problema del “riesgo público”, como el endurecimiento de las penas para desincentivar estos comportamientos temerarios, o la adición de cláusulas en los seguros que hagan mucho más costoso para el asegurado el verse envuelto en accidentes estando bajo los efectos de las drogas.

Existe un argumento utilizado en menor medida contra la legalización de las drogas pero que merece atención también. Se trata de que la droga puede producir individuos inútiles, dejando ciertos recursos ociosos en la economía. Esto podría resultar cierto en los casos más extremos de adicción, como se puede dar hoy en día con los niveles más altos de alcoholismo. Este problema tendría fácil solución a partir de contratos entre empresa y trabajador que prohibieran a este último consumir drogas, tal y como ocurre con el dopaje en los deportistas habitualmente. Además, incluso admitiendo esto como un problema en general, el Estado no tiene autoridad moral alguna para obligar a alguien a elegir entre ser adicto o ser productivo.

A favor de la legalización


Pero las drogas y su legalización también tienen varios aspectos positivos, muchas veces más difíciles de encontrar debido a la cultura de desinformación que existe a su alrededor. El argumento más claro y más general a favor de las drogas es el de la libertad individual y la autopropiedad. Todos los individuos deberían ser libres y responsables de hacer lo que quieran con su cuerpo, incluidas las drogas que decidan consumir. Esto incluye asumir responsablemente las consecuencias que puedan acarrear para si mismos y pagar por las que puedan acarrear a los demás

Otro argumento a favor de la legalización es la incierta definición de droga o, mejor dicho, la difusa línea que separa lo legal de lo ilegal. Como ya he comentado anteriormente, las drogas no parecen estar legalizadas en función de su potencial de adicción o daño al organismo. Así como las drogas legales están ampliamente aceptadas, cualquier droga que llevara ese tiempo legalizada también llegaría a ese nivel de aceptación social.

Tampoco hay que olvidar que las drogas tienen efectos positivos que la escasa educación existente sobre el tema se empeña en ocultar, pero que de no existir harían de su consumo una estupidez. Uno de los usos más aceptados para las drogas en la actualidad es el tratamiento del dolor y la angustia en los pacientes de enfermedades terminales, quienes en ciertos países tienen acceso a cannabis o incluso a LSD. A pesar de ello, ambas sustancias están total o casi totalmente prohibidas en la mayoría de los países, por lo que un gran número de personas se ven privadas de su uso terapéutico, ya sea recomendado o no por un especialista.

Otro de los efectos positivos más conocidos de las drogas, pero que parece tener poco peso en los poderes estatales, es la potenciación de la creatividad, tanto artística como científica. Son muchos los testimonios de grandes personalidades de las artes y las ciencias que sitúan a la droga como una gran fuente de inspiración. Existen incluso drogas que incitan a la autoexploración y el autoconocimiento, dos actividades intelectualmente muy aprovechables en cualquier ser humano.

Entre las personalidades que consumían habitualmente drogas por sus efectos positivos encontramos a grandes genios como Friedrich Nietzsche, Bill Gates, Steve Jobs, Sigmund Freud, Thomas Edison, cuyos logros son de sobra conocidos y a otros menos publicitados como el astrofísico Carl Sagan, el descubridor de la estructura de doble hélice del ADN Francis Crick, o el escritor Ken Kesey por citar algunos ejemplos.

Por último, existe un efecto positivo y muy criticado de las drogas: el entretenimiento. Los efectos de las drogas son muy variados, y muchos de ellos pueden ser utilizados sin más objetivo que pasar un buen rato, ya sea por la euforia, por la empatía o por las alucinaciones, pero no parece haber ningún argumento sólido a favor de prohibir este entretenimiento en favor de ningún otro sin violar la libertad individual.

También existe un efecto positivo de la legalización que actualmente admite poca discusión, como es la reducción de la violencia. En un entorno donde las drogas se consideran una sustancia más el poder de los narcotraficantes desparece y con él toda la violencia que ejercen para mantener su posición. Una guerra es una guerra, y el caso de la guerra contra las drogas no es menos. Cada año se pierde un gran número de vidas en esta lucha y se mantiene a un gran número de personas cautivas de un sistema inevitablemente violento, ya que las disputas no pueden resolverse por medio de tribunales u otros medios pacíficos.

La legalización haría que el poder tan concentrado en los grandes narcos se trasladara a los pequeños productores y distribuidores, que ya no tendrían que temer a la violencia de sus “capos” cuando no lograran sus objetivos, sino a la decepción de sus clientes y a las decisiones de los tribunales, equiparando la industria de la droga a cualquier otro negocio en cuanto a conflictividad de se refiere. Además, el fin de la violencia repercutiría en un menor “riesgo público” causado por las drogas, ayudando también como argumento contra aquella afirmación.

Otro argumento de gran peso a la hora de abogar por la legalización es la mejora económica que supondría. Para empezar, el mercado de la droga es un mercado muy ineficiente, ya que la prohibición impide que la oferta y la demanda reales se igualen. Una vez legalizadas las drogas, estas aumentarían su calidad y reducirían su precio, ya que los productores y distribuidores dejarían de soportar los costes de esconder la actividad de las autoridades y el riesgo asociado a las posibles sanciones legales. Esta disminución del precio provocaría que la criminalidad asociada al consumo de drogas también disminuyese, ya que aquellos que delinquen para obtener los recursos necesarios para comprarlas necesitarían menos recursos, pudiendo llegar incluso a poder obtenerlos por vías legales.

Además, el aumento de la calidad reduciría la cantidad de sobredosis involuntarias y envenenamientos fruto de la adulteración que sufren hoy en día las drogas y ante la que poco pueden hacer los consumidores. Todo esto contribuiría a reducir el efecto negativo de las drogas sobre la salud.

Otras razón para la legalización de las drogas es la posibilidad de que los gobiernos obtengan también beneficios a través de los impuestos sobre las mismas. Esta es una posibilidad que no concuerda con la visión de libre mercado y mínima imposición de los libertarios pero que no debería desperdiciarse como argumento útil para la lucha por la legalización.

Un último argumento a favor de la legalización, mezcla de varios de los anteriores, es el derecho de las personas a autodestruirse por el medio que deseen. Las drogas también pueden matar si son consumidas en cantidades suficientes, pudiendo constituir un método, probablemente más agradable, de suicidio o incluso de eutanasia.

Conclusión


Actualmente parece que existe una lenta tendencia hacia la legalización de las drogas, sobre todo el cannabis, aunque todavía queda la mayoría del camino por recorrer. Algunos de los países más avanzados en este tema son Holanda, donde la venta bajo estrictas normas y el consumo son legales; algunos estados de Estados Unidos, donde la venta y el consumo son libres; o República Checa, donde la tenencia hasta ciertos límites tanto de cannabis como de heroína es legal.

A pesar de ciertos avances, aún queda un largo camino por recorrer en el tema de la liberalización de las drogas, aunque parece ser un problema de educación más que de bienestar. Deberían ser los propios ciudadanos los que a través del conocimiento adquirido pudiesen decidir que sustancias consumir, sabiendo tanto las ventajas como las desventajas, no el Estado, a través de la violencia y la desinformación, el que decidiera que podemos tomar y que no. 

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