Drogas. Siempre se habla de
ellas con cierto miedo y vergüenza, fruto de la mala imagen que se tiene de
ellas en la sociedad por la constante campaña mediática que se lleva contra
ellas en las últimas décadas. Pero una vez aceptadas como una más de las
sustancias que puede consumir el ser humano para satisfacer sus necesidades,
los argumentos a favor de su prohibición y difamación parecen difuminarse.
Contra la legalización
El argumento que más se utiliza
a favor de la ilegalización es la salud. Existe un consenso sobre que las
drogas afectan negativamente a la salud, aunque en muchos casos menos de lo que
piensa la mayoría de la gente. Este argumento por sí mismo no parece suficiente
por dos motivos.
Primero, cada ser humano debe
tener responsabilidad sobre sí mismo y sus acciones. Si alguien libremente decide
consumir sustancias que empeoran su salud nadie debería oponerse a ello por la
fuerza. El segundo, de carácter más práctico, es que ya existen sustancias que
dañan la salud e incluso podrían considerarse drogas que están legalizadas y
relativamente aceptada, como el alcohol, la cafeína, la nicotina (cigarrillos)
y, en menor medida, el cannabis. Además estas sustancias aceptadas no son las
menos dañinas, sino que se encuentran entre las más peligrosas para el ser
humano.
Otro argumento ampliamente usado
en contra de la legalización es que se produciría un aumento masivo del consumo
y por lo tanto de la adicción. Hoy el acceso a las drogas es relativamente
fácil aun estando ilegalizadas, por lo que aquel interesado en probarlas
probablemente lo haga. Además al igual que en el ámbito de la salud, no todas
las sustancias adictivas están prohibidas. De hecho, la nicotina se considera
que tiene el máximo potencial de adicción y sigue siendo una de las sustancias
más populares y aceptadas socialmente. No parece seguir ningún principio claro
ni ninguna lógica que el Estado decida a que podemos ser adictos y a que no.
También se arguye contra las
drogas el hecho de que puedan constituir un “riesgo público”. El argumento
contra esta afirmación es el mismo que contra las anteriores. Añadiría que
existen mecanismos menos intrusivos para la libertad que solucionarían el
problema del “riesgo público”, como el endurecimiento de las penas para
desincentivar estos comportamientos temerarios, o la adición de cláusulas en
los seguros que hagan mucho más costoso para el asegurado el verse envuelto en
accidentes estando bajo los efectos de las drogas.
Existe un argumento utilizado en
menor medida contra la legalización de las drogas pero que merece atención
también. Se trata de que la droga puede producir individuos inútiles, dejando
ciertos recursos ociosos en la economía. Esto podría resultar cierto en los
casos más extremos de adicción, como se puede dar hoy en día con los niveles
más altos de alcoholismo. Este problema tendría fácil solución a partir de
contratos entre empresa y trabajador que prohibieran a este último consumir
drogas, tal y como ocurre con el dopaje en los deportistas habitualmente. Además,
incluso admitiendo esto como un problema en general, el Estado no tiene
autoridad moral alguna para obligar a alguien a elegir entre ser adicto o ser
productivo.
A favor de la legalización
Pero las drogas y su
legalización también tienen varios aspectos positivos, muchas veces más difíciles
de encontrar debido a la cultura de desinformación que existe a su alrededor.
El argumento más claro y más general a favor de las drogas es el de la libertad
individual y la autopropiedad. Todos los individuos deberían ser libres y
responsables de hacer lo que quieran con su cuerpo, incluidas las drogas que
decidan consumir. Esto incluye asumir responsablemente las consecuencias que
puedan acarrear para si mismos y pagar por las que puedan acarrear a los demás
Otro argumento a favor de la
legalización es la incierta definición de droga o, mejor dicho, la difusa línea
que separa lo legal de lo ilegal. Como ya he comentado anteriormente, las
drogas no parecen estar legalizadas en función de su potencial de adicción o
daño al organismo. Así como las drogas legales están ampliamente aceptadas,
cualquier droga que llevara ese tiempo legalizada también llegaría a ese nivel
de aceptación social.
Tampoco hay que olvidar que las
drogas tienen efectos positivos que la escasa educación existente sobre el tema
se empeña en ocultar, pero que de no existir harían de su consumo una
estupidez. Uno de los usos más aceptados para las drogas en la actualidad es el
tratamiento del dolor y la angustia en los pacientes de enfermedades
terminales, quienes en ciertos países tienen acceso a cannabis o incluso a LSD.
A pesar de ello, ambas sustancias están total o casi totalmente prohibidas en
la mayoría de los países, por lo que un gran número de personas se ven privadas
de su uso terapéutico, ya sea recomendado o no por un especialista.
Otro de los efectos positivos
más conocidos de las drogas, pero que parece tener poco peso en los poderes
estatales, es la potenciación de la creatividad, tanto artística como
científica. Son muchos los testimonios de grandes personalidades de las artes y
las ciencias que sitúan a la droga como una gran fuente de inspiración. Existen
incluso drogas que incitan a la autoexploración y el autoconocimiento, dos
actividades intelectualmente muy aprovechables en cualquier ser humano.
Entre las personalidades que
consumían habitualmente drogas por sus efectos positivos encontramos a grandes
genios como Friedrich Nietzsche, Bill Gates, Steve Jobs, Sigmund Freud, Thomas
Edison, cuyos logros son de sobra conocidos y a otros menos publicitados como
el astrofísico Carl Sagan, el descubridor de la estructura de doble hélice del
ADN Francis Crick, o el escritor Ken Kesey por citar algunos ejemplos.
Por último, existe un efecto
positivo y muy criticado de las drogas: el entretenimiento. Los efectos de las
drogas son muy variados, y muchos de ellos pueden ser utilizados sin más
objetivo que pasar un buen rato, ya sea por la euforia, por la empatía o por
las alucinaciones, pero no parece haber ningún argumento sólido a favor de
prohibir este entretenimiento en favor de ningún otro sin violar la libertad
individual.
También existe un efecto
positivo de la legalización que actualmente admite poca discusión, como es la
reducción de la violencia. En un entorno donde las drogas se consideran una
sustancia más el poder de los narcotraficantes desparece y con él toda la
violencia que ejercen para mantener su posición. Una guerra es una guerra, y el
caso de la guerra contra las drogas no es menos. Cada año se pierde un gran
número de vidas en esta lucha y se mantiene a un gran número de personas
cautivas de un sistema inevitablemente violento, ya que las disputas no pueden
resolverse por medio de tribunales u otros medios pacíficos.
La legalización haría que el
poder tan concentrado en los grandes narcos se trasladara a los pequeños
productores y distribuidores, que ya no tendrían que temer a la violencia de
sus “capos” cuando no lograran sus objetivos, sino a la decepción de sus
clientes y a las decisiones de los tribunales, equiparando la industria de la
droga a cualquier otro negocio en cuanto a conflictividad de se refiere. Además, el fin de la violencia repercutiría en un menor “riesgo público”
causado por las drogas, ayudando también como argumento contra aquella
afirmación.
Otro argumento de gran peso a la
hora de abogar por la legalización es la mejora económica que supondría. Para
empezar, el mercado de la droga es un mercado muy ineficiente, ya que la
prohibición impide que la oferta y la demanda reales se igualen. Una vez
legalizadas las drogas, estas aumentarían su calidad y reducirían su precio, ya
que los productores y distribuidores dejarían de soportar los costes de
esconder la actividad de las autoridades y el riesgo asociado a las posibles
sanciones legales. Esta disminución del precio provocaría que la criminalidad
asociada al consumo de drogas también disminuyese, ya que aquellos que
delinquen para obtener los recursos necesarios para comprarlas necesitarían
menos recursos, pudiendo llegar incluso a poder obtenerlos por vías legales.
Además, el aumento de la calidad
reduciría la cantidad de sobredosis involuntarias y envenenamientos fruto de la
adulteración que sufren hoy en día las drogas y ante la que poco pueden hacer
los consumidores. Todo esto contribuiría a reducir el efecto negativo de las
drogas sobre la salud.
Otras razón para la
legalización de las drogas es la posibilidad de que los gobiernos obtengan
también beneficios a través de los impuestos sobre las mismas. Esta es una
posibilidad que no concuerda con la visión de libre mercado y mínima imposición
de los libertarios pero que no debería desperdiciarse como argumento útil para
la lucha por la legalización.
Un último argumento a favor de
la legalización, mezcla de varios de los anteriores, es el derecho de las
personas a autodestruirse por el medio que deseen. Las drogas también pueden
matar si son consumidas en cantidades suficientes, pudiendo constituir un
método, probablemente más agradable, de suicidio o incluso de eutanasia.
Conclusión
Actualmente parece que existe una
lenta tendencia hacia la legalización de las drogas, sobre todo el cannabis,
aunque todavía queda la mayoría del camino por recorrer. Algunos de los países
más avanzados en este tema son Holanda, donde la venta bajo estrictas normas y
el consumo son legales; algunos estados de Estados Unidos, donde la venta y el
consumo son libres; o República Checa, donde la tenencia hasta ciertos límites
tanto de cannabis como de heroína es legal.
A pesar de ciertos avances, aún
queda un largo camino por recorrer en el tema de la liberalización de las
drogas, aunque parece ser un problema de educación más que de bienestar.
Deberían ser los propios ciudadanos los que a través del conocimiento adquirido
pudiesen decidir que sustancias consumir, sabiendo tanto las ventajas como las
desventajas, no el Estado, a través de la violencia y la desinformación, el que
decidiera que podemos tomar y que no.