Corría el año 2003, cuando el gobierno alemán y
francés tuvo la gran idea de ejercer presión sobre el banco central europeo
(BCE), una institución que fue creada en el año 1998 y que nada más y nada
menos es la que se encarga de manejar la política monetaria de los países de la Eurozona, en los que estaba y está incluido España. La presión que mencioné
anteriormente desde Alemania y Francia hace referencia a la petición de los
mismos para bajada de los tipos de interés. En esta época, tanto el gobierno de
Alemania como el de Francia necesitaban financiar sus políticas de gasto
público para el estímulo, todavía mayor de la economía.
Esta bajada de tipos de interés, no solo afectaba a
estos países, sino también al resto de países dentro de la Eurozona, lo que
provocó un flujo de crédito desmedido, tanto para empresas como para
particulares. En particular en el caso de España nos encontrábamos en una
situación de éxtasis y euforia económica, donde el precio de la vivienda no
paró de crecer. Esta subida desmesurada del precio de la vivienda no significó
la entrada de numerosos especuladores, sino que prácticamente todo el mundo,
tanto especialistas en el sector como personas inexpertas se quisieron meter en
este negocio aparentemente tan rentable y sin posibilidades de perder, ya que a
este tipo de inmuebles en poco tiempo se le podía sacar una rentabilidad muy
jugosa y tentadora como para quedarse fuera.
En estos famosos años de bonanza económica las arcas
públicas se llenaban los bolsillos, lo que provocó el ensalce de políticas
públicas casi imperialistas desde todos los puntos de España y desde todos los
niveles, con la creación de aeropuertos, carreteras, líneas de tren, entre otras,
casi sin importar si podían o no ser rentables. Tanto fue el derroche de dinero
de todos los contribuyentes que cuando nos quisimos dar cuenta la burbuja nos
había explotado en nuestras narices.
Con el estado y los ciudadanos endeudados empezó a
suceder lo que solo pocos predecían y algunos otros no querían ver, el negocio
inmobiliario que parecía ser tan redondo ya no lo era. Las fachadas de los
edificios se empezaron a llenar de “Se vende”, lo que
produjo un temor generalizado y por lo tanto una bajada en los precios de
las viviendas. En este momento, las personas endeudadas por la compra de pisos
ya no podían sacar la rentabilidad deseada, por lo que se cometieron impagos de
créditos a las entidades con el procedente embargo de los inmuebles. Esto
produjo una brusca paralización de la construcción de vivienda y por
consiguiente la quiebra de inmobiliarias y empresas del sector, además de la pérdida de trabajo de miles de personas que se dedicaban a ello.
Este es solo el punto
de partida de la crisis que actualmente sigue viviendo España y que ha generado
tanta desconfianza e inestabilidad en el marco económico. Con ello debemos
aprender a contener las políticas de gasto de dinero público, que no debemos
olvidar nunca la procedencia del mismo, el bolsillo de los ciudadanos.
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