No
hemos sido buenos, hemos sido avariciosos y sinceramente, lo hemos querido
todo. Hemos visto como deseable la idea de que podíamos subir los impuestos a
todos aquellos quienes no fuesen uno mismo, hemos pecado de ingenuidad. Y es
que al intentar esa subida en la que pensábamos “ya le tocará a otro” no
hicimos sino engañarnos, y entre ingenuidad y avaricia hemos construido un
súper Estado con la potestad de imponer cualquier impuesto que quiera,
impuestos por la necesidad de financiarse, impuestos para modificar nuestras
conductas, impuestos que pueden ir a voluntad de los políticos del momento según
sus propósito o beneficio. La consecuencia de esto además, es darle al Estado
más y más competencias, es imposible que con la mitad de nuestra renta nos
hagamos cargo de la totalidad de nuestras necesidades o gastos y hemos dejado
que el Estado se haya ocupado de esto con su monopolio irrevocable que conlleva
ineficiencias e imposibilidad de competencia.
De
esta manera, vamos a proceder a analizar conceptualmente los impuestos más
importantes en este país: el impuesto sobre la renta o IRPF, impuesto al
consumo o IVA, las cotizaciones a la Seguridad Social y el impuesto de
sociedades.
-IRPF: este impuesto va ligado al
trabajo, retiene una parte del sueldo del trabajador. De esta manera, el Estado
se apropia de manera unilateral del trabajo del ciudadano sin preguntar a éste
si desea financiarlo, si está de acuerdo con los servicios que presta el Estado
con su dinero (recordemos guerras, corrupción, gestiones ineficientes,
burocracia…) o si incluso no se siente parte de este Estado. La pregunta que
cabe hacerse ante este abuso ante el ciudadano es dónde está la línea donde
pueden dejar de arrebatar el trabajo del ciudadano, es decir, a partir de qué
nivel dejamos de entregar nuestro trabajo al Estado, es decir a partir de qué
momento dejamos de realizar unos trabajos forzados y comenzamos a trabajar para
nosotros mismos.
-IVA: este es el famoso impuesto al
consumo, popular en los últimos tiempos por las modificaciones sufridas que
siguiendo la tónica del PP en España, han seguido ahogando al ciudadano. Sin
embargo, este es el único impuesto al que le veo una cualidad a la hora de ser
recaudado, y es que su imposición penaliza el consumo (cualquier
impuesto penaliza la actividad que grave), beneficiando indirectamente el
ahorro. Sin embargo, de nuevo parece la apropiación del Estado en una actividad
económica tan simple como es el intercambio de bienes, en el que el Estado
realiza su intromisión habitual para su propia financiación. Y es que si lo pensamos bien, ¿por qué la compra de una camisa debe suponerme el pago de un elevado impuesto?
-Cotizaciones a la Seguridad Social:
este impuesto puede decirse que es distinto al resto, puede parecer el menos
perjudicial o incluso podría decirse que es deseable. ¿Quién no quiere tener
sus gastos sanitarios, de desempleo y de pensiones cubiertos? Un gasto que
cualquiera medianamente normal realizaría, sin embargo, ¿por qué e Estado me
obliga a elegir su propia sanidad, servicio de pensiones o prestación de
desempleo sin preguntarme? ¿A qué ese privilegio sobre el resto? ¿No será
deseable disponer de ese dinero para algún seguro privado que pueda
beneficiarme más?
-Impuesto sobre sociedades: este impuesto
podría verse igual de injustificado que el que grava la renta, y es que en
lugar de apropiarse del trabajo de un solo ciudadano, se apropia del trabajo de
todo un conjunto. Puede que éste sea de los más perjudiciales económicamente
hablando, ya que reduce las posibilidades de las empresas de crecer y seguir
creando empleos que enriquezcan a la sociedad.
Me
gustaría recalcar que en la lectura de este artículo pensásemos en nuestro
bolsillo, en como afecta a su sueldo, a su vida en general. Esta vista de la
situación nos hace ver que realmente la recaudación de impuestos no es
realmente moral en sí misma, ya que las vías usadas se manifiestan claramente
injustas debido a la apropiación del Estado unilateralmente del esfuerzo del
trabajador y su intromisión en la vida del ciudadano tanto en lo que pueda
producir, como en lo que pueda gastar.
Además
de los motivos funcionales que nos pueden llevar a querer bajar los impuestos,
que al final siempre resulta beneficioso para la economía, se une también una
cuestión moral: la de no arrebatar al ciudadano su trabajo, no verse despojado
de lo que es suyo. Así, de esto podemos sacar una conclusión clara y concisa:
los impuestos deben ser los menores posibles, el apoderamiento del Estado sobre
el trabajo del ciudadano debe ser la estrictamente necesaria para evitar el
vaciamiento del bolsillo del ciudadano, del trabajador, del nuestro propio.
Esta es la vía para evitar que la mitad de lo que producimos se nos vaya sin
tan siquiera poder verlo, es la vía para salir de este infierno fiscal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario